LY luego dicen que los elefantes tienen buena memoria. Pues sí. Pero no es comparable a la de esa base de datos del comportamiento, las hazañas y los errores de la humanidad digital: Internet. En el mundo real, o IRL (“In Real Life”) como también lo llaman los internautas, las cosas de la vida son perecederas. Pero en el mundo digital no es así. Esta es la historia:
“Pedro, de 23 años, salió muy estresado ese día de la oficina y decidió quedar con unos amigos. Una cosa llevó a la otra y a las dos de la madrugada, con una serie “interesante” de copas en el cuerpo, Pedro y sus amigos, camino de casa, deciden sacar algunas bolsas de basura del container más cercano y colocar una bolsa en el techo de cada coche aparcado en la calle en que se encuentran. Una bromilla de no muy buen gusto y bastante peor olor, pero sin más trascendencia. A la mañana siguiente, todos comentan la noche de juerga entre risas. Dos meses después, nadie se acuerda del incidente.”
Y esta es la historia alternativa:
“El mismo Pedro, el mismo estrés, la misma noche de juerga. Pero esta vez, uno de los amigos de Pedro, durante la escena de las bolsas de basura, saca el móvil y lo graba en video. Llevado por la euforia alcohólica, lo sube a Facebook y Youtube en ese mismo momento. Todos se ríen al verse en la Red.
A la mañana siguiente, el padre de Pedro le llama y le pregunta qué hizo la noche anterior. Pedro “se hace el loco”, pero su padre le envía la URL del video por Whatsapp. Pedro tiene que confesar y escuchar la bronca de su progenitor, al que tiene como amigo en Facebook.
Cuando llega al trabajo, algunos de sus compañeros de la oficina le dan codazos de complicidad…”qué…anoche hubo fiestecilla ¿eh?” Pedro se ríe, pero en el fondo está incómodo.
Dos meses después, su jefe le llama al despacho y le recuerda que la empresa no tolera actitudes incívicas como las que acaba de ver en un video en Internet de casualidad, que le ha llegado a través de un cliente, y que tiene a Pedro entre sus contactos. Pedro sale del despacho con la cara colorada y, de momento se le pone en el “banquillo” para la próxima promoción interna de personal, porque se duda de su madurez.
Pedro decide tomar cartas en el asunto y habla con su amigo, el que grabó el video, para que lo retire de YouTube. Este lo hace enseguida, porque también ha tenido problemas. Pero como el video le ha parecido muy divertido a algunos internautas, lo habían descargado, le han puesto música tecno, algunos efectos especiales y lo han subido a sus propias cuentas. Pedro no puede hacer nada en ese sentido, porque no tiene forma de acceder a las cuentas de sus “fans espontáneos” y estos se niegan a quitar el clip, porque les parece muy divertido y les está generando visitas a su canal de Youtube.
Un año y medio después, en una segunda ronda de entrevistas de trabajo para un puesto de responsabilidad en una multinacional para el que Pedro está perfectamente capacitado, el video sale a relucir, porque los de recursos humanos lo han encontrado sin mucho esfuerzo, al hacer un crosscheck online de Pedro. Este se queda sin el puesto, en favor de otro candidato de cualificación similar, pero con un historial online más limpio.
6 años después, ya con más de 500.000 visitas, el dichoso video sigue irrumpiendo en la vida de Pedro, nunca con consecuencias graves, pero siempre con efectos negativos que producen, al menos, un reprobatorio alzamiento de cejas.
¿Crees que exageramos? ¿Y si te dijéramos que es una historia real? Los elefantes tienen buena memoria, sí. Pero me río yo de los elefantes si los comparamos con Internet.
Moraleja: lo que abandona tu ordenador o teléfono deja de ser tuyo. De inmediato. Sin remedio. Para siempre. Cuida hoy tu reputación del futuro en las redes sociales.
Imagen: cortesía de Free Images